Escrito por: Mariu Sánchez.


“Coged las rosas mientras podáis

veloz el tiempo vuela. 
La misma flor que hoy admiráis
mañana estará muerta”.

(Poema de Robert Herrick)

Carpe Díem.

Era una pre-adolescente aprendiendo a vivir cuando escuché por primera vez esa frase. Fue en la película “El Club de los Poetas Muertos”. Esa película que, sin yo saberlo aún, marcaría un antes y un después en mi vida.

Carpe Díem.

Esa frase y su significado, un día años después, cambiaría mi vida.

Carpe Díem.

Siempre fui una chica diferente. Diferente a la gente que me rodeaba en aquel entonces. Diferente porque nunca acepté vivir como se esperaba de mí. Como se espera de cualquier chica “normal”, con una familia “normal”. En mi plan de vida no entraba la palabra hipoteca, ni hijos, ni tan siquiera “estabilidad”, aburrida estabilidad desde mi esencia bohemia y siempre soñadora. Nací con un tatuaje (de alma) que años después me pasé a la piel, era una sola palabra: FREE.

Después de unos años de vivir a mi  manera, tomé una decisión. Muy difícil decisión, pero tuvo su porqué. Decidí sacar una plaza como funcionaria, algo totalmente ajeno a mi condición de “chica libre”, pero la saqué con tan solo una intención: “EXCEDENCIA”.

Desde el primer día me prometí  que trabajaría como funcionaria solo los años necesarios para poder coger una excedencia voluntaria. Sabía que la excedencia en nuestro caso era de mínimo dos años, máximo ¡lo que quisiéramos! O sea, podría pedirla y no volver en 20 años, o no volver NUNCA ¡Quién sabe! ¿Y por qué lo hice? ¡Por mi familia! Era la mejor manera de que se quedasen tranquilos el día que yo decidiera volver a la “vida a mi manera”, nómada y libre.

Pero me atrapó. Aquello me atrapó. Trabajé más años de los necesarios siendo, sobre todo en los últimos tiempos totalmente infeliz durante las horas encerradas en aquella oficina gris y sin vida.

Quería irme, quería viajar, quería recorrer el mundo. Sabía que un día lo haría. Pero ese día era postergado una y otra vez con excusas baratas con las que me convencía a mí misma de que esperar era lo mejor. Pero la palabra “excedencia” seguía siendo mi compañera fiel cada noche, cada mañana, cada vez que mi alma libre chocaba con imposiciones absurdas e ilógicas que nunca llegaba a entender del todo.

-“Pero necesito dinero. Necesito un plan. Necesito saber a dónde ir.

Necesito, necesito, necesito…”  

-“Lo haré dentro de dos años. Seguro”

“¿Ya han pasado dos años?, pues ahora dentro de unos meses lo haré”

Auto excusas. Eso eran. Eso son SIEMPRE.

Y pasó.

Pasó lo que tenía que pasar.

Y lo que pasó tuvo forma de tumor cerebral.

De golpe y porrazo mi vida cambió por completo. Tuve que dejarlo todo allá donde vivía y volverme a mi tierra, después de mis años aquí y allá. Quería estar con mi familia durante todo aquello. Debía operarme de forma inminente y no se sabía cuándo ni por supuesto cómo, acabaría ese largo “proceso”.

Sí. Dejarlo todo también implicó mis planes “viajeros”. Y mi plan llamado “excedencia” que en los últimos meses, antes de saber lo que sucedía en mi cerebro, estaba segura cogería a lo largo del 2016.

Era una chica con “una salud de hierro”.

Había conseguido tener algunos ahorros al menos para comenzar mi aventura.

Era mi gran sueño.

Y de golpe y porrazo el Universo dio un golpe sobre la mesa y lo cambió TODO. Esto supuso un shock general para la gente que me conocía y me rodeaba, para compañeros, amigos, familiares. Yo lo tenía todo, y tenía un plan maravilloso.

Y de golpe y porrazo lo que tenía era un tumor cerebral, un tumor enorme, un tumor que ya me estaba afectando al movimiento de la parte derecha de mi cuerpo.

Y de golpe y porrazo también tenía una operación complicada que, había posibilidades, me dejase daño neurológico.

Y de golpe y porrazo, empecé a no saber nada.

Y de golpe y porrazo esta frase, “Carpe Díem”, cobró vida renovada en mis días.

En los días previos a mi operación me di cuenta que lo único que había hecho en esos años era ponerme auto excusas para lo que realmente quería hacer en mi vida. Y lo peor, me di cuenta que quizá ya no pudiese hacerlo con mi “salud de hierro”, porque quizá algo de mí (o todo) se quedase en aquella mesa de operaciones.

Y en esos días me  di cuenta de todo:

  • Que la vida es HOY, ahora, en este instante.
  • Que el mañana no existe.
  • Que las cosas a menudo no salen como las planeas.
  • Que esperar a mañana, al próximo verano, al próximo año para hacer algo es el mayor de los errores que podemos cometer. Porque a veces “mañana” no llega, o llega no de la forma en que tú piensas que llegará.
  • Que no sirve de nada hacer planes de futuro, porque la vida a veces te sorprende, para bien o para mal, y lo que tienes HOY, es posible que lo pierdas mañana.

Mi proceso fue largo y complicado. A la primera operación en mi cerebro se sumaron otras pequeñas intervenciones en los pulmones por daños colaterales e imprevistos en aquella primera intervención.

En aquellos días en la UCI sin poder ver tan siquiera la luz del sol, entre cables, máquinas, agujas y dolor extremo, me prometí que si al final todo salía bien, no volvería a esperar a “mañana”. No volvería a ponerme auto-excusas. No volvería a postergar la decisión de vivir la vida que yo soñaba con vivir. No volvería a pasar ni un solo día más de salud haciendo lo que no quería. Y no dejaría que ninguna oficina gris y sin alegría me arrebatase más la luz del sol.

Viajaría. Recorrería el mundo. Viviría a mi manera.

Me desperté del coma pidiendo “La Gozadera”, esa canción que hablaba de todos los países que yo soñaba con recorrer. Mi gran sueño viajero y de vida libre me salvó en aquellos días de dolor físico y emocional.

Y hubo milagro. No tengo daño neurológico. La vida me ha dado una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, para no ponerme más auto excusas que posterguen la decisión de hacer lo que siempre he querido hacer. Y aquí estoy, ¡preparando al fin mi gran sueño! Esta vez sin posponer, sin postergar, sin esperar. En breve espero que me den el alta y  ¡me voy a recorrer Latinoamérica sin prisas y sin planes! Y por supuesto sin billete de vuelta.

Y voy a vivir.

Voy a vivir un HOY tras otro haciendo lo que siempre soñé.

Mujeres Nómadas, ojalá mi pequeño post os sirva de reflexión si estáis posponiendo algo para mañana. Os deseo que viváis HOY. Que disfrutéis, améis, sonriáis y abracéis HOY. QUE VIAJÉIS HOY. Y que no os quede nada por hacer para MAÑANA. El mañana no existe. Lo he vivido.

Carpe Díem.

Siempre.

Si quieres seguir los pasos de Mariu Sánchez, visita su blog en  www.unsuenoviajero.com

Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!