Escrito por: Anabel Montes. 

 

Si no conoces el dolor, no disfrutas la felicidad. Si no estás ciego en la oscuridad, no vislumbras la claridad de la luz. Y si no conoces lo que es la cárcel, no saboreas la libertad. Pero esa cárcel tiene mucha formas y la peor de todas, es la que puedes tener dentro de ti.

Sentir que tu vida está marcada de antemano con unos pasos predestinados que se supone que debes seguir para ser una persona de provecho, para no decepcionar a aquellos que invirtieron tanto en tu educación formal e informal; estudiar para conseguir un puesto fijo que te solucione o al menos, mantenga la vida, encontrar pareja, tener hijos y formar una familia, salir algún día de fiesta para despejar la mente; seguir un camino que te llevará a esa felicidad tan bien vendida y ansiada pero… que nunca llega. Algo anda mal. Algo falla porque se supone que teniendo todo eso o parte de ello ya deberías sentirte completa y feliz…¿no?, pero no es así. Hay algo que hace que no encajes, has acabado tu carrera y tienes un buen trabajo, tienes vida afectiva estable y acomodada o como en mi caso, tienes mil cosas que te apasionan a medias sin terminar, mil cursos acabados, una buena colección de empleos que dejas por gusto, unas cuantas mudanzas en distintas ciudades, amigos y familia repartidos por doquier… pero todo te aburre y sabes que hay algo mas en algún lugar para ti pero no lo conoces.

¿Algo anda mal en tu cabeza que siempre tienes la sensación de vacío? o mejor dicho, que por muchas cosas que hagas sientes que estás desaprovechando la vida y que se escapan los días con la sensación de no sacarle todo el jugo que sabes que puede dar. Te sientes bien cuando te mueves, las cosas desconocidas, la improvisación pero no es compatible con esa vida.

Ya estás cansada de que te digan que eres una soñadora, que las cosas que dices son muy bonitas pero no realistas, que no se puede vivir del cuento ni sin trabajar, que cuestionen constantemente tu forma de vivir juzgándola y dando augurios terribles de futuro: «¡que será de ti el día de mañana!», «ya te arrepentirás cuando no tengas nada en el bolsillo» , «no sabes lo que quieres» o la peor de todas: «a ver dónde encuentras a alguien que te aguante».

Y lo peor es cuando te crees todas esas cosas porque por muy rebelde e independiente que seas, esta sociedad no te deja serlo y toda una vida de costumbres y comentarios hacen mella en ti y creas un muro mental. Entonces ese vacío interno se convierte en dolor pues no estás siendo quien realmente eres y ese dolor es profundo, punzante y frustrante pues nadie lo entiende.

Pero llega un día en el que de repente haces algo, algo que siempre quisiste hacer y nunca te atreviste pero en este momento puedes permitírtelo para alejarte un poquito de tu tediosa rutina… y viajas.

Y de repente, sin haberlo esperado te sientes libre. Conocer otros lugares, otras culturas, otras gentes con miles de historias que te sacan una sonrisa en tu carita ya no tan gris. Ya está, ya no hay marcha atrás, sabes como completar ese hueco, como sentirte útil y ser feliz.

Ahora solo te toca elegir: quedarte en la seguridad de tu vida rutinaria, pero estable, o lanzarte a la aventura que no sabes donde acabará pero te llenará la vida de pasión e historias que nunca morirán.

Como dicen los grandísimos Calle 13: «Si quieres cambio verdadero, pues camina distinto»

Os toca decidir, mientras tanto yo me viajo a ser feliz.

¿Me acompañas?

Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!