Escrito por: Esperanza Muñoz.

Difícilmente se me ocurre otra persona que tuviera más prejuicios que yo de India. Ni siquiera entraba en mis planes hacerlo cuando lo hice, pero igualmente era un viaje que tenía en mente supongo que desde que empecé a imaginar con viajar a lugares lejanos, y la oportunidad surgió un día viajando por otro lugar no tan lejano de allí. ¿Por qué no? Total ya estaba fuera de mi zona de confort.

No llevaba guía de viaje, prácticamente no había leído nada sobre el país, todo lo que sabía sobre viajar allí era lo que otros viajeros me habían contado. Mentalmente me sentía preparada.

Iba sin planes, no importaba. Iba sin expectativas lo que lo veía una ventaja, si no me gustaba me marcharía antes, pero por si acaso llevaba un visado por 6 meses.

Y llegué a Kolkata “La ciudad de la furia” como leí en una ocasión. Fue una entrada dura (quizá no tanto como uno se espera) no por su agresividad, sino por la realidad que ves en la calle; eso no se exagera en los relatos, es dura.

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El tráfico, los atascos de sus calles, el tránsito de personas en los mercados cargando todo tipo de cosas, descalzos en su mayoría, personas tiradas en cualquier lugar como si no se hubieran levantado nunca. En la calle comen, en la calle duermen, en la calle se lavan.

Hay calles tan transitadas que lo que en cualquier lugar te llevaría cinco minutos recorrerlo, allí puedes estar media hora y sentir que no has llegado a moverte del sitio.

El olor en ocasiones es demasiado fuerte y no puedes evitar taparte con la camiseta. Viendo todo esto no puedo evitar preguntarme como es que toda esa gente consigue seguir adelante, como consigue pasar el día sin desesperarse. ¿A éstas personas les quedará algo de esperanza? ¿Podría yo sentir alguna si me encontrase en esa situación?

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Nuestro amigo Schopenhauer afirma que la voluntad de vivir es algo innato al ser humano, teoría que también vincula al hinduismo, pero que igualmente forma parte de los principios budistas, pero a diferencia de Schopenhauer quién dice que la vida es sufrimiento, el budismo enseña que aun siendo la vida sufrimiento podemos llegar a superarlos si conseguimos liberarnos de nuestros deseos.

En este momento, puedes estar pensando que qué puede tener de malo querer algo si conseguirlo te hace sentir bien, se podría estar de acuerdo, lo malo es que el ser humano es codicioso y ese deseo cumplido nos llevará a una nueva atadura.

Por otro lado, si no se consigue cumplir un deseo nos llevará a la ira y la frustración. Cuando dejamos de desear, nos quitamos una gran carga de encima, andar se hace mucho más ligero y sencillo en ese momento y nos sentiremos más abiertos a que nuevas oportunidades entren en nuestra vida.

Por supuesto desconozco si las circunstancias les ha proporcionado algún tipo de sabiduría en los principios que explica el budismo, puede que hayan olvidado lo que es el deseo, o simplemente apliquen la voluntad de vivir pero me demuestra que podemos superar y adaptarnos a cualquier circunstancia, no hay nada que nos pueda ocurrir lo suficientemente malo que no se pueda superar.

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Una imagen que también se me ha quedado grabada es llegar de noche a las estaciones de trenes y encontrarme con decenas de personas ocupando todo el suelo de la estación, parecía que todo estuviera organizado para que el descanso de unos no entorpeciese el tránsito de los que están de paso.

La primera vez que lo vi me quedé estupefacta; escenario público de la vida de interior en el exterior, no como una ocasión excepcional sino una situación que se repite día a día, quizá para siempre… ¡quién sabe! Aunque son formas de vida que no busquemos adaptar a la nuestra, puede que no venga mal qué algo consiga moverte el orden de las pautas aprendidas.

Por primera vez un país me había distanciado tanto de mi realidad que pude llevar mis pensamientos a un nivel de reflexión y aprendizaje más lejos de lo que antes había llegado.

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Esperanza Muñoz con Alba Nómada.

Aprendí más de mí misma y de mis límites en cuestión de días que en años de lectura y de vida luchando dentro de la rutina. Creo que esa fue la primera lección que me dio India, pero sólo la primera de muchas.

Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!