Este post es un escrito colectivo con mis hermanas, colectivo porque las tres tenemos la afición de visitar los cementerios de las ciudades a las que viajamos. Las costumbres de los pueblos también se perciben en la manera que tienen de enterrar y honrar a sus muertos. El paseo por un cementerio requiere observación: la disposición de las tumbas, geométrica o desordenada, en el suelo o en nichos, los tipos de árboles, las calles y caminos entre las tumbas, las dedicatorias y epitafios, la integración de la muerte en el paisaje, o lo contrario… Además, un cementerio es algo así como dijo Morgan Freeman en Million Dollar Baby, “un lugar enclavado entre cedros y robles, a mitad de camino entre ninguna parte y el olvido”. Por eso los buscamos, porque dan un ritmo y una perspectiva distinta a los viajes.

Creo que entre las tres sumamos ya cementerios de varias partes del mundo como para hacer este pequeño tour mortuorio. Y ahora que nos hemos juntado en Semana Santa hemos podido reunir experiencias. Comenzamos por los ingleses.

 

La ruta de los ingleses: de Londres a Málaga

Empecemos por Europa. En otro post os hablé de mi viaje a Londres y allí cité este lugar tan especial que es el cementerio de Highgate. De las dos partes que tiene, la antigua es la más bonita y romántica. Es una delicia pasear por sus senderos sombríos llenos de vegetación y recrearse con las tumbas resquebrajadas por las raíces de los árboles y adornadas con viejas estatuas cubiertas de verdín. Los ingleses cuidan también sus dedicatorias y es un gusto ir leyendo las preciosidades que dedican los cónyuges a sus parejas fallecidas.

 

En el otro post hablaba de este cementerio, así que os remito a él para no repetirme. Os recomiendo la visita guiada, que es la única que ofrecen. Las explicaciones por parte de uno de los “amigos del cementerio” son muy simpáticas y curiosas.

Los ingleses se expandieron por medio mundo, especialmente a finales del XIX y, como es lógico, también construyeron sus cementerios para ir enterrando a los muertos que se iban quedando por el camino sin poder volver a la patria, especialmente en países católicos, que rechazaban enterrar en sagrado a los protestantes. En España hay varios cementerios británicos: San Sebastián, Madrid o Galicia tienen buenas muestras.

El cementerio británico de Málaga es especialmente bonito. Fue el primero de España, tristemente inaugurado en 1831 por el irlandés Robert Boyd, que fue fusilado por colaborar en el intento de pronunciamiento militar del general Torrijos. Como curiosidad, el pintor español Antonio Gisbert pintó el momento previo al fusilamiento en este cuadro que está en el Museo del Prado. Boyd es el pelirrojillo que tiene los ojos cerrados en el centro. Está enterrado en la parte más antigua del cementerio, donde las tumbas están recubiertas de conchas marinas.

Pese a ser una necrópolis, el paseo es muy agradable porque los enterramientos románticos del tipo británico en el suelo, con lápidas de mármol y esculturas, conviven aquí con el clima soleado y alegre de Málaga. El resultado es un lugar recoleto y arbolado, como colgado de la ladera del monte hacia el mar, donde entre las buganvillas reposan olvidados y cubiertos de hierba estos forasteros a los que hace mucho que nadie visita.

Hay tumbas interesantes: en una fosa están los más de cuarenta marineros alemanes de la fragata Gneisenau, que se hundió en 1900 en la costa malagueña, y el poeta del 27 Jorge Guillén pidió ser enterrado allí junto a su esposa. Pero la tumba que más enternece es la de la niña Violette, muerta al mes de nacer. La dedicatoria es muy bonita: “ce que vivent les violettes”. Eso vivió la chiquilla, lo que viven las violetas. La poeta malagueña María Victoria Atencia escribió este poema como epitafio que mandó grabar allí en mármol.

El Mediterráneo nos conduce a otro cementerio que está en las costas del norte de África.

 

Cementerio Koubba Sidi el Mezeri (Monastir, Túnez)

En la costa norte de Túnez está la ciudad de Monastir, donde casi por azar llegamos a su cementerio. Es un recinto que no está vallado, en la misma ciudad, junto al mar. Dimos por allí un paseo muy agradable un mes de diciembre de hace ya bastante tiempo en una tarde muy silenciosa y solitaria.

Los musulmanes entierran a sus muertos sin ataúd y mirando hacia La Meca: por ello las tumbas quedan como alineadas. Son muy sencillas, sin esculturas ni señales de distinciones sociales, aparentemente. Muchas contenían fragmentos de versículos del Corán y los familiares habían depositado sobre ellas trocitos de pan o semillas. Todas estaban encaladas o decoradas con azulejos blancos, lo que daba unidad al lugar.

Lo silencioso y blanco del cementerio armonizaba con el mar y con la muralla de la ciudadela, que quedaba a uno de los lados del cementerio.

Decía que las distinciones sociales no quedaban marcadas. Con una excepción, claro. Junto al cementerio está el mausoleo de Habib Burguiba, el primer presidente de la república. Dicen que está inspirado en el Taj Mahal, pero creo que en este caso las comparaciones son odiosas.

Y por mar nos vamos a la otra parte del mundo.

 

Waikapu Cemetery (Maui, Hawaii)

No elegí este cementerio por ser conocido o especial, simplemente apareció en nuestro camino y eso me llamó la atención.

En mi viaje por Estados Unidos encontré cementerios cuidados en espacios verdes con la hierba cortada con pulcritud. Lugares solemnes de lápidas blancas y sencillas bien alineadas. Todas ellas en el suelo, bajo tierra.

Pero este cementerio en Hawaii simplemente apareció en el camino. Muy lejos de asemejarse al famoso cementerio de Honolulú, Punchbowl, donde descansan los héroes de guerra caídos en Pearl Harbor y otras guerras del Pacífico, este era de aspecto sencillo, desordenado, deshabitado…

Cementerio hawaiano

Se encuentra al lado de la turística carretera de Hana que rodea la isla.  No parecía que tuviera tumbas recientes ni había, sobre las lápidas, ofrendas o recuerdos. Daba un aspecto de integración con el paisaje, con la vegetación, la roca y el cielo.

Vimos otros parecidos por la isla, cerca del océano, en lugares privilegiados. Unos lugares muy agradables y tranquilos para pasear.

Y también de cara al Pacífico, pero en América del Sur llegamos a…

 

El Presbítero Maestro (Lima, Perú)

Fue el primer gran cementerio de la ciudad, fundado a comienzos del siglo XIX. La gran cantidad de peruanos célebres que están enterrados en él lo convierten en uno de los más interesantes históricamente hablando. Una curiosidad sobre él es que el joven Mario Vargas Llosa, recién casado con la tía Julia, tuvo que compaginar varios trabajos precarios y uno de ellos fue el de catalogar nombres del Presbítero Maestro.

De aspecto se parece a los cementerios españoles. Algo frío, con avenidas rodeadas de tumbas de mármol de estilo neoclásico, destaca en él el mausoleo Panteón de los Héroes, en honor de los muertos en la Guerra del Pacífico, muy rimbombante.

Pero sin duda lo más entretenido de este cementerio es el Tour del Miedo. Te citan al anochecer y pese a que no se trata precisamente de un cementerio en los Cárpatos, ¿a quién no le asusta estar en la oscuridad tan cerca de los muertos?

Si habéis estado en Lima sabréis que los gallinazos, esas aves parecidas a los buitres, están por todas partes aportando ese toque siniestro. Pues bien, el cementerio no iba a ser menos.

Una visita curiosa y distinta muy cerca del centro de Lima.

Volvemos de nuevo a Europa, a dos cementerios alemanes bien distintos.

 

Jüdischer Friedhof (Berlín)

Se trata de un cementerio judío del siglo XIX ya clausurado desde mitades del siglo XX. Está en medio de la ciudad, en el barrio de moda de Prenzlauer BergAquí información en la página oficial.

Cuando entras te sobrecoge lo sombrío del ambiente y la cantidad de tumbas, unas 25 000, que se extienden desordenadamente a tu alrededor. Los árboles que predominan son los tilos y castaños, como en casi todo Berlín, que dan un ambiente recogido, sombrío y verde. Por el suelo se arrastra la hiedra, que a veces cubre incluso las lápidas. Las tumbas parecen abandonadas desde hace mucho. El verdín recubre las lápidas, sobre las que se acumulan piedrecitas dejadas en honor a los muertos quién sabe cuánto tiempo antes. Se trata de un paseo melancólico y solitario.

En esta web os muestran una propuesta de ruta por la zona judía de Berlín. Si no los conocéis, no os perdáis los Hackeschen Höfe o patios modernistas de principios del XX. Una delicia.

Y algo más al suroeste, en la ciudad alemana de Kassel encontramos uno de los cementerios más misteriosos que hemos visto.

 

Künstler Nekropole (Kassel, Alemania)

Aquí dejo el link a la Wikipedia alemana porque no encuentro nada en español. Se trata de un cementerio artístico que pretende estar en fusión total con la naturaleza.

En un monte cercano a la ciudad de Kassel la carretera pasa frente a un camino disimulado por la vegetación. Ahí puedes dejar el coche y seguir la senda de unos dos kilómetros por un bosque algo lóbrego en el que van apareciendo los monumentos funerarios que se construyeron en vida nueve artistas. Por el momento solo uno de ellos está ocupado por el cadáver de su diseñador y los otros monumentos están ahí envejeciendo y formando ya una parte algo siniestra del entorno.

Y es que Kassel es la ciudad de la documenta (la última, celebrada en 2017 entre Kassel y Atenas), una importante muestra de arte contemporáneo celebrada cada cuatro años. Por lo visto esta Necrópolis de los Artistas, que es la traducción del nombre, es uno de los proyectos artísticos que surgió de una documenta en los años ochenta. A lo largo de los noventa y en los dos mil, los nueve artistas han ido construyendo estas extrañas tumbas creando así una obra artística que aún no está terminada a la espera de los cuerpos.

La persona que nos iba enseñando el sitio no conocía todas las tumbas y en algunos tramos pasamos un buen rato buscándolas entre la vegetación. Aquí dejo algunas fotos del paseo que dimos un atardecer de septiembre por esa necrópolis solitaria. Aunque no lo parezca, estáis viendo tumbas.

Se acaba el paseo por el bosque oscuro. Bajando hacia el sur desde Alemania llegamos a la Ciudad de la Luz.

 

Montmartre y Père Lachaise (París)

Ya os conté en otro post el viaje de cuatro días por París. Allí los cementerios son espectaculares, especialmente el de Père Lachaise, en el que reposan prácticamente todos los personajes importantes de la historia francesa y universal.

Pasamos en él toda una fría y oscura mañana de marzo. Habíamos preparado la visita desde España con la ayuda de la web del cementerio, que incluye un plan de las sepulturas principales. El paseo es muy recomendable. Se trata de una verdadera ciudad de los muertos organizada racionalmente en calles, avenidas y callejones. Había partes más solemnes y señoriales y otras más humildes y abandonadas. Los monumentos mortuorios eran variados y originalísimos algunos.

  

El ambiente todavía invernal contribuía a dar al lugar un aire tétrico que le iba muy bien. En el otro post os hablé de algunas tumbas que vimos, como la de los amantes Abelardo y Eloísa, Fred Chopin o Victor Noir, así que aquí dejo la de Oscar Wilde, que tuvieron que proteger con cristales por la manía de algunas insensatas de llenar de besotes el monumento.

El paseo al cementerio de Montmartre lo hicimos un día algo más soleado. Tiene un ambiente más íntimo que el de Père Lachaise y es más abarcable, lo disfrutas más sin las ansias de andar localizando a tanto personaje importante. Es un lugar tranquilo en medio de los edificios del barrio. Cuando fuimos apenas había nadie, por lo que el paseo es introspectivo, para ir pensando en tus cosas.

Con la variedad de emociones que ofrece París se agradecen los ratos de paseo silencioso por estos cementerios tranquilos y agradables.

Y para terminar hemos elegido dos cementerios separados en el espacio pero unidos en la emoción.

 

El Espino (Soria) y Collioure (Francia)

Porque son los dos cementerios donde están enterrados Leonor Izquierdo y su marido Antonio Machado. Leonor murió a los 18 en 1912, lo que le rompió a él el corazón hasta el punto de no querer volver nunca más a Soria. En un precioso poema Machado pedía a un amigo que llevara flores a la tumba de su esposa. Termina así: “En una tarde azul sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra”. Y la verdad es que las tres veces que he estado en la tumba de Leonor siempre hay flores.

Mucho más lejos, en Collioure, un precioso pueblo del sur de Francia en la costa mediterránea, está enterrado Antonio Machado, llevado allí por el forzoso exilio en 1939 al final de la guerra. Murió enfermo a los pocos días de cruzar la frontera, prácticamente con lo puesto, y tres días después falleció su madre. Los republicanos lo enterraron en este pequeño cementerio, que como decía la canción está “en la ladera de un monte más alto que el horizonte, quiero tener buena vista”, entre el verde de los pinos y el azul del cielo y el Mediterráneo. El sitio más bonito en el que reposar.

Por lo que nos contaron allí, la tumba de Machado, recibía tantas visitas que hubo que trasladarla a la entrada para no molestar a los visitantes de los muertos anónimos. Autores como Almudena Grandes han pedido al Estado español que los restos del poeta sean devueltos a España, pero yo creo que su lugar está allí donde se quedó, que da testimonio de una época.

 

Si conocéis otros cementerios que os hayan gustado, os pido que lo indiquéis en los comentarios. No es fácil encontrar buenas recomendaciones de este tema.