Escrito por: Oliva Relinque.

Retorno: vuelta o regreso al punto de partida.

Pájaros en libertad.

Alguien dijo una vez que viajamos por el mundo en busca de lo que nuestra alma necesita y que volvemos a casa para encontrarlo. Tal vez sea por eso que volver, como la ida, son las partes más complicadas de un viaje y con las que más crecemos.

El ir es ese aprender a volar, adentrarse en lo desconocido, afrontar los miedos, incertidumbres…, es ese sabor a libertad, la plena felicidad de estar haciendo tus sueños realidad.

El regreso no es tan diferente. El camino de vuelta alberga muchas enseñanzas, ilusiones y frustraciones. En el retorno es cuando todo lo que estaba reposando, todo aquello aprendido en ruta, sale a la luz y es ahí, amiga viajera, cuando podemos coger carrerilla porque todo se ve con mayor claridad.

Comienzas a identificar tus nuevas facetas, tus nuevas inquietudes, lo que tolerabas antes ya no lo toleras… y, aunque es genial, puede llegar a asustar un poquito, porque sientes que ya no
encajas en el mismo lugar, como si te hubieras salido del molde…

Verde Naturaleza.

Verde Naturaleza.

El retorno es, como cada viaje en sí, algo personal que se vive de manera subjetiva. Cada persona lo experimenta de una forma diferente y dependerá, entre otros muchos factores, de cómo estés preparada, qué expectativas te hayas marcado, qué razones te llevan a regresar o el tiempo que hayas estado fuera.

Yo os voy a contar mi experiencia, lo que para mi significó y lo que me ayudó a sobrellevarlo. La verdad es que mi experiencia tal vez no es el mejor ejemplo, porque yo volví por voluntad propia, pero acabé yéndome de nuevo

Quiero abstenerme de dar consejos, excepto uno, que os compartiré al final de esta historia.

Una flor en nuestra mano.

Una flor en nuestra mano.

Yo no soy de esas personas que tienen su pueblo de toda la vida. Por el trabajo de mi padre nos mudamos en varias ocasiones. No tengo un punto geográfico del planeta con el que identificarme, tengo mis rincones especiales y me considero española, pero nuestra relación es un cuento de amor-odio: cuando estoy lejos la quiero más que cuando estoy cerca.

Allá por el 2011, estudié el último año de mis estudios como trabajadora social en Belo Horizonte, Brasil. Mi viaje acaba de empezar.

Durante ese año trabajé con personas afectadas por la
hanseniase (lepra) en la colonia de «Santa Isabel» en Betim, me uní a la Brinquedoteca, un proyecto socio-educativo en las áreas periféricas del municipio, y tuve la grandísima suerte de conocer la
comunidad quilombola de «Burundi do Meio» en São Francisco. Fue un antes y un después.

Al regresar me gradué y, en plena crisis, tras un tiempo de devaneos, de falta de oportunidades laborales y frustraciones, decidí aplicar a la Work and Holiday Visa para emigrar a Nueva Zelanda.

Desde entonces, viví entre Nueva Zelanda y Australia, viajado por Oceanía y Asia, y me convertí en limpiadora, paseadora de perros, recolectora de frutas y verduras, camarera, recepcionista,
cocinera en una casa de curas… ¡Y muchas aventuras más!

La playa. El mar.

La playa. El mar.

En medio de estos años de andaduras conocí a mi compañero, el que echa a volar o enraizar tantas veces como haga falta. Nuestra filosofía de viaje se fue modelando con las ideas de ambos
y comenzamos a viajar juntos.

Recorrimos cada estado de Australia; desde islas inhabitadas en Tasmania hasta tierras aborígenes en el Norte; trabajamos en lugares maravillosos, dentro de parques nacionales, islas paradisíacas al oeste, el outback, la belleza del desierto, cada atardecer, cada cielo estrellado, el mar, sus gentes… Australia es salvaje.

Contemplando el mar y el volcán.

Contemplando el lago y el volcán.

A través de intercambios de trabajo en plataformas como Workaway, conocimos aquellos proyectos que mueven el mundo de personas, familias, grupos y comunidades. Aprendimos sobre sostenibilidad, comercio justo en un comunidad aborigen en el desierto australiano, proyectos de permacultura, repoblación de pueblos abandonados en zonas rurales de Japón, retiros de meditación en Birmania, proyectos de desarrollo y auto-gestión basados en turismo responsable en una comunidad cuyonon en Filipinas…

Conocimos personas maravillosas que nos mostraron
un ligero abismo de todo lo que sus culturas representan, haciéndonos partícipes en sus proyectos de vida.

Estuvimos en lugares impresionantes, de esos que te hacen sentir muy, muy chiquitita, de esos que te encogen el alma. ¿Nuestra regla número uno? Lugares remotos, tan remotos que llegar allí sea un suplicio. ¿Por qué? Por su autenticidad y el vivir en contacto con
la naturaleza.

Las comunidades originarias.

Las comunidades originarias.

Creo que ello fue una de las razones por las que regresar fue un gran choque.

«Llamamos choque cultural inverso a las dificultades emocionales que acompañan a
aquellos emigrantes que deciden retornar a su tierra. Para muchos autores, el choque
cultural inverso es comparable a una segunda migración y, por lo tanto, conlleva la
elaboración de un nuevo duelo»
                                                                                        Volvemos.org

Tras la euforia de las primeras semanas, de ver a tu gente, saborear los platos de tu país, ver con cariño esos gestos de tu propia cultura y el rencuentro con todo aquello añorado, es ahí, tras ese
subidón de adrenalina, cuando el síndrome del emigrante retornado comienza asomar la cabeza:
Idealización vs realidad.

Cuando estamos fuera añoramos nuestro país, sobre todo la parte
buena. Te esperan muchas cosas maravillosas, pero también una realidad muy diferente de la que estabas acostumbrada: mercado laboral poco motivador, salarios más bajos, titulitis

Hace unas semanas tu vida estaba llena de estímulos y hoy, de repente, todo parece estático. La ironía de ese estado estático para mí representa el ritmo de vida desenfrenado en el que vivimos, sentimos que la vida se nos escapa entre la punta de los dedos. Viajando, estás fuera del ritmo de vida establecido, el concepto del tiempo cambia y pasas a tener mucho más poder sobre él. Supone la pérdida de un gran privilegio.

Soledad. Y es que el sentimiento de soledad azota y te preguntas cómo es posible, estando en «tu lugar» y con tu gente, te sientas más sola que durante todos los años de viaje. Todo ha cambiado, sobre todo tú. La vida que dejaste ya no existe y, aunque ya lo sabías antes de volver, lleva su tiempo asimilar esa nueva realidad. Hablar con las personas viajeras con las que te une amistad ayuda a sentirse comprendida y acompañada en el proceso.

Árbol en el mar.

Árbol en el mar.

La falta de libertad. El vivir fuera aporta un sentimiento de libertad en el que todo parece posible.
No estás condicionada por las expectativas que los demás puedan tener sobre ti y actúas acorde a tus ideas. A veces creemos saber qué es lo mejor para otras personas porque fue lo mejor para
nosotras mismas. Es por eso que los consejos y opiniones pueden llegar a ser peligrosos cuando estamos perdidas y sin rumbo. Buscarás desahogarte, muy pocos te entenderán y, con toda la
buena intención del mundo, recibirás una lluvia de consejos.

Es cierto que es a lo que nos exponemos al compartir, pero a veces las personas sólo queremos hablar, soltar y sentirnos
escuchadas, sin ninguna clase de feedback.
El consejo que me gustaría compartirte es sobre preservar tu espacio:

“Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor.”
Albert Einstein

Piérdete en tu naturaleza más cercana, encuentra un lugar al que puedas acudir con cierta frecuencia y siéntate contigo misma. ¿Por qué? Porque la naturaleza no juzga, no da opiniones ni critica.

La naturaleza nos ayuda a reconectar, nos permite ser, en ella
somos libres y nos da soporte. Los problemas toman perspectiva y nos da inspiración.
Cuando no te sientes ni de aquí ni de allí, la naturaleza te brinda el sentimiento de pertenencia.

Naturaleza plena.

Naturaleza plena.

Muchas personas necesitan ayuda profesional para poder superar este proceso.
A mí el retorno me enseñó que la búsqueda de mis raíces es otra cosa aparte de un pueblo o ciudad.
Me enseñó lo que son las personas hogar, quiénes son y dónde encontrarlas.
Me enseñó que los conocimientos de verdad son los que vienen de dentro, de tu propia experiencia y a través de ellos es que encuentro mi mejor guía.
Me enseñó que a veces hay que volar muy alto para ver con perspectiva el camino a seguir.
A mí el retorno me dio el mejor regalo del viaje: saber con certeza cómo quiero vivir mi vida, a empezar pequeño y aprender según avanzas. Por el regresar y el echar a volar, tantas veces como sean necesarias.

Oliva y el lindo atardecer.

Oliva y el lindo atardecer.

Oliva Relinque es Trabajadora Social. Tras el intento de retorno, se fue a vivir a Irlanda y se formó como Guía Certificada de Baños de Bosque como primer paso para desarrollar su carrera
profesional en intervenciones verdes.

Su objetivo es promover tanto el bienestar de las personas, grupos, comunidades y la sociedad en su conjunto, como las relaciones sostenibles con el entorno natural del que formamos parte.

Podéis conocer un poco más en: Oliva Relinque y SinChinaEnElZapato

Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!