Escrito por: Alejandra Broglia.
Mi nombre es Alejandra vivo en Río Gallegos, Santa Cruz, Argentina. Dedico parte de mi vida a las actividades acuáticas, nado desde que tengo uso de razón y de la mano del nadar está el viajar. Suelo decir que «Nado para viajar y viajo para nadar»… una combinación perfecta para mi modo de ver el mundo.
Desde hace unos pocos años me dedico a hacer travesías a nado en aguas abiertas frías.
Esto es la patagonia argentina y las distancias en estas tierras son inconmensurables.
La estepa interminable se abre ante nuestros ojos en cada recorrido, kilómetros de rutas casi desiertas acompañan el viaje, el paisaje es de una vegetación baja, achaparrada y escasa. En el camino nos cruzaremos con guanacos que pastan en manadas en extensiones de pasto chato y amarillo con sectores de matas verdes o negras según la zona, ñandúes alimentándose a la par, algunos zorros cruzando el paisaje y por sobre todo ovejas diseminadas por cada rincón en un eterno silencio. Cada tanto aparece alguna que otra estancia enclavada en la meseta, entre plantaciones de álamos como protección al castigo del viento casi constante de septiembre a marzo.
El paisaje en Santa Cruz es de una bastedad tal que nos cuesta comprender que es ahí la naturaleza la que domina.
Al este el mar Argentino y hacia el oeste la cordillera de los Andes se abre ante nuestros ojos dejándonos boquiabiertos. Paisaje de cumbres con nieves eternas, bosques de lengas y ñires, glaciares que impactan y enamoran y a sus pies lagos, la mayoría de origen glaciar, celestes, interminables Es ahí donde muchas veces pongo mi atención, donde voy a su encuentro y los cruzo nadando.
Mis travesías son planificadas al detalle, estudio sobre las costas, temperatura del agua, condiciones del clima, distancias, flora, fauna, corrientes… y entonces voy a su encuentro intentando saber donde estoy para sentir sin perderme detalle.
Siempre nado acompañada de una embarcación que me acompaña y muchas veces también de un guía/nadador de rescate que es el encargado de cuidarme y llevarme por el camino más corto y seguro hasta la otra costa.
Las mías son travesías que pueden durar entre media y dos horas de nado, dependiendo del lugar que elija para cruzar, uno costas, isla con continente, isla con isla, la costa de un lago con la costa contraria. En todas lo principal es disfrutar cada brazada, cada metro recorrido.
Estar ahí, rodeada de esas cumbres, del bosque andino/patagónico o de la inmensidad del mar austral es algo un tanto surrealista.
Elijo para mis travesías lugares donde nadie o muy pocos han estado antes, investigo, programo, organizo y después realizo el viaje y el nado.
Si tuviera que aconsejarles un lugar para visitar, se me haría difícil decidirme por uno, es por eso que las invito a conocer y disfrutar un poco de mi tierra.
Tomo como punto de partida la ciudad de Río Gallegos, a orillas del rio del mismo nombre, capital de provincia de Santa Cruz, al sur de la Argentina, mi hogar; desde acá con rumbo este por la ruta provincial Nª5 tras recorrer un poco más de 300 km de una ruta casi sin tráfico en plena meseta llegamos a la ciudad de El Calafate enclavada a los pies de la cordillera de los Andes.
La ciudad está enclavada a orillas del Lago Argentino, un lago de aguas heladas, puras, de color celeste intenso, transparente, perfecto y único. Ahí suelo nadar cada vez que puedo (y son pocas veces).
La ciudad está ubicada en un lugar perfecto para recorrer. Muchas excursiones que ofrecen desde navegación en sus lagos hasta la experiencia de un mini trekking sobre un glaciar, cabalgatas, paseos y por sobre todo la visita a solo 70 km de una de las maravillas de la naturaleza, el glaciar Perito Moreno, un gigante de hielos eternos que se abre ante nuestros ojos para poder disfrutarlo y recordarlo. El camino al Parque Nacional Perito Moreno nos adentra en un bosque de ñires, lengas , calafates y notros, cerros cada vez más elevados y el Lago Argentino siempre azul, siempre asombroso.
Al llegar amplias pasarelas nos llevan casi hasta la base misma del glaciar, un gigante de hielos azules donde podemos quedarnos horas mirando los desprendimientos de bloques de hielo o paredes enteras que, al caer, provocan un ruido inconfundible, intenso.
Desde El Calafate y tras recorrer varios kilómetros de un camino sinuoso entre ríos de aguas celestes de deshielo, estancias y lagos se llega a los pies mismos de la cordillera donde está enclavada la población de El Chaltén, lugar perfecto para hacer caminatas en pleno bosque, ascensos a cerros simples o escaladas para expertos en el cerro Fitz Roy, uno de los más difíciles de escalar del planeta.
En esas caminatas descubriremos lagos, cascadas, lagunas y glaciares.
A 36 km del Chaltén está enclavado el Lago del Desierto, justo sobre el límite de frontera con Chile en su parte más lejana. Ese fue el primer lago que crucé, mi primer travesía, un día de otoño en abril de 2014 cuando junto con dos compañeros unimos sus costas por primera vez en la historia. Ahí, entre montañas nevadas y un bosque cerrado de lengas que llega hasta el borde mismo del agua, hicimos 50 minutos de un nado intenso, inolvidable y soñado.
Después de esa travesía vinieron otras, El Estrecho de Magallanes y un doble cruce al Canal de Beagle en 2015, en pleno mar austral, unión de océanos ambos.
Magallanes en enero de ese año fue una travesía uniendo el continente con la isla de Tierra del Fuego, su mar me hizo sentir la fuerza de sus aguas, nadé 9.1 km en un mar bravo que no me dió respiro pero así y todo me permitió cruzarlo con éxito. Y después el Canal de Beagle en Tierra del Fuego en pleno abril , donde uní a nado las islas Gable (Argentina) con la Navarino (Chile) y regresé a nado hasta Gable nadando en un mar calmo y frío que me dejó disfrutarlo. Ver en su fondo algunas estrellas de mar entre sus piedras cerca ya de la costa, algas y pingüinos nadando cerquita mío, fue un nado lleno de caricias a mi interior.
Primero pienso el lugar donde nadaré, después empiezo a sentirlo, a quererlo, a organizar y planificar y después entonces voy por él, viajo, nado, cumplo el sueño. Pensar, sentir, hacer, ese es mi modo.
Armar una travesía, soñarla, desearla, vivirla, es una experiencia que siempre me llena el alma de buenas sensaciones; nadar en esas aguas me pone en contacto directo con la naturaleza en su máxima expresión, voy a un mundo que no es mío, por eso lo respeto tanto.
Suelo detener mi nado varias veces durante el recorrido para mirar donde estoy, guardo en mi mente esas imágenes, sé que no muchos las vieron y quizá pocos las verán, las siento.
Vuelvo después de cada viaje feliz, agradecida a la vida, sintiendo que no hace falta tener tanto para sentir tanto.
Viajar nos hace crecer, abrir la mente, cambiar ideas, nos acerca a otros y a nosotros mismos.
No hay que irse tan lejos, solo hay que sentir el viaje y disfrutarlo.
¿Me acompañan? ¡¡¡Vamos!!! Aún hay mucho por recorrer… Y nadar.
Tengo una página de mis nados por estas latitudes, se llama Travesias en aguas frías, Alejandra Broglia y muestro ahí un poco de mi día a día.
Abrazo fuerte en la distancia.
Hasta la próxima travesía amigas nómadas.
Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!
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