Escrito por: Farners Martín.

El 16 de Agosto del 2015 decido cambiar por completo el rumbo de mi vida y empezar a vivir. Llevaba meses (6 para ser exactos) dándole vueltas a todo, a toda mi vida, al rumbo que tenía. Por aquel entonces, tenía pareja, convivíamos juntos, pero la relación tampoco funcionaba bien, ya que no se conformaba sólo con tener a una mujer a su lado, me engañaba.

A raíz de esa mala experiencia con él, empecé a estar mal, no me gustaba mi vida, no era feliz, me sentía atrapada en la rutina diaria y encima mi trabajo no me satisfacía, sólo me levantaba por la mañana para ir a trabajar y llegaba a las 10 de la noche en casa, así día tras día.

Me encontraba en un pozo negro, quería escapar de esa vida, tenía sed de conocer el mundo, vivir…aunque lo veía muy difícil.

No sabía ni cómo ni por dónde empezar, el miedo y las dudas me invadían, en el poquito tiempo que tenía, miraba cientos de webs, blogs de viajes de mujeres viajeras donde explicaban sus experiencias viajando solas. Yo pensaba que nunca podría hacer lo que ellas hacían, que no sería capaz de ninguna manera, que me daría miedo, que no sabría en definitiva…No pasaba un día que no llorara por pasar esa mala experiencia con él y no hacer lo que mi espíritu me decía así que hablé con la que era mi pareja en ese momento y le dije que no podía seguir con aquella vida que me estaba atormentando, que me iba. Al día siguiente hablé con mi jefa y le anuncié que dejaba el trabajo, no quería trabajar más en un sitio donde no vivía.

Después de tiempo independizada de mis padres, volvía a casa, con todo lo que ello supone. Agarré todas mis cosas y me planté de nuevo en mi habitación de soltera, aquel sitio en el mundo dónde te sientes totalmente segura, tu espacio más íntimo, un espacio que te vio crecer toda la vida. Allí estaba de nuevo, con un dolor insoportable en mi pecho por dejar atrás una vida que empezaba a montar con toda la ilusión, pero que por las circunstancias que se dieron, no pudo ser.

Mi tristeza era muy profunda, quería huir y estar sola conmigo misma, no me veía capaz de estar en el entorno que me rodeaba, necesitaba salir de esa zona, estaba hundida emocionalmente, quería irme lejos, bien lejos de ahí.

Así que al cabo de dos semanas de estar en casa, hundida…dando vueltas a toda mi vida, a tener ganas de irme..y pasé de preguntarme: “ ¿por qué? ”, “ ¿por qué me pasa eso a mi? ” a preguntarme: “ ¿y por qué no? ”, “ ¿por qué no podía irme sola, pasar un tiempo conmigo misma? ”.

Así que hablé con mi hermano, ya que él se pasó 11 meses viajando con un amigo por el sudeste asiático y 3 años viviendo en Tailandia y con mi madre, les pedí consejo y en dos días compré mi pasaje de Barcelona a Bangkok, ida y vuelta para finales de noviembre del 2015 hasta medianos de enero del 2016. En cuanto compré el pasaje, me inundaron mil emociones…alegría, miedo por ir sola, confusión, dudas… pero sobre todo alivio por saber que saldría de mi zona y necesitaba irme con todas mis emociones. En aquel momento, no tenía ni idea de lo que se me venía encima de positivo para mí. No tenía ni idea.

Nunca he sido una niña viajera, ni siquiera una adolescente viajera, siempre que salíamos de casa para visitar algún sitio, nunca iba sola, ni tampoco había salido nunca de Europa.

Esperé el día del vuelo con mucho miedo, pero también con mucha alegría. Las ganas de irme a explorar un país tan distinto al mío, superaban todos mis miedos.

Así que el 23 de noviembre del 2015 salí del aeropuerto de Barcelona camino a Bangkok con escala en París. (Tengo que remarcar que nunca había volado sola y era mi tercer vuelo en toda mi vida…) No tenía mucha idea de cómo se mueve una por los aeropuertos…pero aún así, me lancé.

Cuando estaba en el aeropuerto de París, instantes antes de tomar el otro vuelo para Bangkok, empecé a llorar, tenía muchísimos sentimientos dentro de mi mezclados. Subí a ese avión que me llevaría hacia Bangkok, pensé…en la vida que había llevado hasta ahora, mi por aquel entonces pareja, los que habían sido mis compañeros de trabajo, mi vida en el sitio donde vivía…pero a la vez estaba eufórica de contenta, no sabría explicar bien el sentimiento que tenía, era una mezcla muy grande.

Despegamos, con mis ojos medio llorosos, me pongo música e intento relajarme. No dormí en todo el vuelo…me encantaba mirar por la ventana y ver las lucecitas tan y tan lejos.

Vista de Bangkok - fotografía de Farners Martín

Vista de Bangkok – fotografía de Farners Martín

Después de dos comidas basura del avión y muerta de sueño pero muy contenta, el avión aterrizó en Bangkok. ¡No lo podía creer! En cuando pisé el aeropuerto, me inundó un sentimiento de felicidad enorme, hacía meses que no sonreía tanto. Tomé un taxi y me fui a Khao San Road, la zona de mochileros de Bangkok. Bajé del taxi y me vi sola, con mi mochila en la espalda y un ir y venir de gente increíble, con un calor muy fuerte. En ese momento me dí cuenta de que tenía dos opciones: o irme por donde había venido o descubrir aquel maravilloso país, recuerdo que sonreí y me dije, ¡ahí voy! Hacía tiempo que no me sentía tan bien. No tenía planes fijos, quería dejarme llevar por las situaciones que me iría encontrando, y así lo hice.

Visité Bangkok, Ayutthaya, Chiang Mai, Chiang Rai, The Golden Triangle, Koh Tao, Koh Phangan, Suratthani, Krabi, Phi Phi Islands, Koh Lanta y Khao Lak.

Buda reclinado, templo Wat Pho, Bangkok. Fotografía de Farners Martín

Buda reclinado, templo Wat Pho, Bangkok. Fotografía de Farners Martín

Viví situaciones muy bonitas, conocí a mucha gente y algunos me preguntaban por qué no seguía mi viaje…y entonces pensé que en Barcelona no me esperaba ni trabajo ni nada…así que tras mucho pensarlo, decidí no tomar el vuelo en enero que me llevaría de vuelta a casa, quería seguir disfrutando de mi felicidad y de mi misma, que durante tanto tiempo anhelaba. De Tailandia pasé a visitar Myanmar, Vietnam y Camboya.

Estación de tren, Chiang Mai, Tailandia.

Estación de tren, Chiang Mai, Tailandia.

En febrero regresé a Barcelona y estuve 15 días con mi familia y para el 20 de Febrero compré un vuelo para ir a Sudamérica, como dijo un buen amigo que coincidí en el viaje: “ a vos te picó el bicho de viajar ” y no sabía la magnitud de esa frase, pero después de recorrer algunos países del Sudeste Asiático y de Sudamérica, puedo decir con certeza que tenía razón.

Me enganché a viajar, las sensaciones que se viven no las puede comprar ni todo el oro del mundo…no sabía cómo era la sensación de sentir la felicidad, ahora sí lo sé.

Le estoy agradecida a la que fue mi pareja, gracias a sus actos, descubrí que…

Hay un mundo ahí fuera esperándome.
Puesta de sol en koh Tao, Tailandia. Fotografía de Farners Martín

Puesta de sol en Koh Tao, Tailandia. Fotografía de Farners Martín

Una vez más, gracias.

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