Escrito por: Myriam Schulze

Cuando cumplí 15 años convencí a mis padres de que en vez de una fiesta de Quince o ser debutante, quería ir a Italia para ver el David y la Capilla Sixtina de Miguel Ángel y a París para ver el museo del Louvre. Mi papá me contestó: “Si te voy a llevar hasta allá, más vale que te des la vuelta completa.” Así, mi mamá y yo pasamos 21 días en Europa y nació mi amor total por el viaje. Cuando mis amistades me preguntaban qué había hecho el día de mi cumpleaños, yo naturalmente decía “Oh, no mucho… estaba en París…” En este viaje aprendí sobre otras culturas y experiencias. Vi nieve por primera vez (era más hielo que nieve, pero eso no importaba), bebí mi primera copa de vino, comí escargots por primera vez, estuve en un crucero nocturno… Ni mis padres ni yo sabríamos el impacto de este viaje hasta mucho después.

Muchos años pasaron y la vida continuó. Me casé, tuve mis hijos y me convertí en profesora de secundaria. Un año tuve la oportunidad de llevar a un grupo de estudiantes a Costa Rica y fue allí donde me di cuenta de lo mucho que me había perdido. En el descubrimiento con mis estudiantes y nuestras aventuras, supe que necesitaba viajar otra vez. He llevado a muchos estudiantes a otros países y experimentado con ellos nuevas culturas. He viajado con ellos y con grupos a sitios tan lejanos como China, pero siempre dentro de mi confort.

Tengo una amiga de la universidad que vive en Beijing y mientras considerábamos la posibilidad de yo venir a visitarla por un tiempo extendido, nos dimos cuenta de que ella estaría en los Estados Unidos cuando yo podía ir a China. Ella me dijo que fuera de todas maneras, pero el viajar sin un grupo o en un país que no conozco el idioma (¡y menos sola!) me aterrorizaba. Pero yo estaba decidida a viajar. Una cosa llevó a otra, algo que no puedo verdaderamente explicar cuando me preguntan, pero decidí tener una aventura en Mongolia.

Comencé a buscar información en el Internet. Encontré un sitio llamado Responsible Travel, un grupo basado en Inglaterra que actúa como base de información para otras compañías de turismo en un gran número de países. Este grupo está asegurado internacionalmente y protege a los viajeros que usen las compañías bajo su dirección. Lo que me gustó de esta compañía era también su promesa de trabajar con las personas locales, y su reputación de ser sostenible con el ecosistema. A través de ellos me contacté con Jess, una mujer británica que es codueña de la compañía Eternal Landscapes (EL), localizada en Ulan-Bator (UB), la capital de Mongolia.

A través de correos electrónicos (aunque ella se ofreció a llamarme varias veces), comencé a diseñar mi viaje. EL trabaja con grupos pequeños y Jess es fantástica al asegurarse de conocer a sus viajeros para confirmar que, al combinar pasajeros en un grupo, las personalidades de los participantes sean similares.

Escogí un viaje de 14 días durante el festival de Nadaam en julio. El precio del viaje incluía todo, excepto el pasaje de avión a UB y la estadía en UB antes y después de la jornada. Jess me dio una lista de hoteles para escoger, sus precios y detalles sobre localidades. Aunque me sonó un poco raro que no me diera una recomendación definitiva, me di cuenta de que era la mejor opción, ya que pude escoger el hotel que yo quería, con las comodidades que yo quería y no estaba atada a nadie. La transportación desde el aeropuerto al hotel (y del hotel al aeropuerto al final del viaje) también estaban incluidos. Esto me dio un gran alivio al saber que después de viajar por casi 32 horas (debido a unos retrasos en Beijing), no me tenía que preocupar por comunicarme en mongol.

Pocas personas en Mongolia hablan inglés, por lo que tener un guía es importante. Especialmente al viajar dentro del país. Además, los hombres son muy estoicos y tímidos y casi no hablan, no importa el idioma.

Yo había elegido llegar un día antes para poder aclimatarme al cambio de hora (+12 horas), y Jess organizó un chofer y una guía para mí ese día por un costo adicional y el costo del almuerzo para los tres. Cuando me preguntaron qué quería almorzar, le pedí ir a un sitio local. Fuimos a un restaurante local y comimos una sopa con donplines rellenos de carne de cordero y un plato local de empanadas (también de cordero). Como estaba viajando en verano, Jess me había advertido que la carne que más se consume durante este periodo es el cordero. Los mongoles piensan que la carne de cordero enfría la sangre, beneficioso para los meses calientes de verano. Durante el duro y frío invierno, comen otros animales como caballo y camello, que tienen el efecto opuesto. Aunque la carne es muy fresca, los vegetales y frutas frescas en Mongolia son difíciles de conseguir fuera de la capital.

Mongolia tiene un poco más de 3 millones de habitantes, esparcidos en una gran área (es el país del mundo con menos habitantes por KM2). Ulan-Bator es una ciudad que fue diseñada por el gobierno ruso para 600,000 habitantes y aproximadamente 1.4 millones de personas ahora viven allí.  Después de visitar varios sitios de interés y experimentar el tráfico horrible en la ciudad, me alegré de que había escogido un hotel con aire acondicionado y baño privado. Esa noche dormí cómodamente por casi 12 horas corridas.

Al otro día conocí a mis compañeras de viaje: una mujer canadiense y una mujer de Nueva Zelanda. Las tres viajaríamos juntas por el resto de las 2 semanas. Nos reunimos con nuestra guía y recorrimos la capital a pie. UB es una ciudad que, aunque parece moderna, todavía se está adaptando a los tiempos. La evidencia más obvia es ver la gran cantidad de automóviles, pero, aunque el tráfico se mueve por el lado derecho de la carretera, algunos carros tienen el volante al lado izquierdo y otros al lado derecho. También, las leyes de tráfico parecen más “sugerencias” que leyes. Aún así no vi ningún accidente, ya que todos parecen saber lo que es permitido.

La ciudad es limpia y se ven muchos turistas. La mayor advertencia es estar vigilante de los carteristas, que son muy comunes, especialmente en el mercado. Nuestra guía hablaba en inglés, y varias veces otros turistas viajando solos aprovechaban para pedirle direcciones o escuchar alguna que otra explicación. En una ocasión, una turista francesa le pidió direcciones a un museo, y como nosotras íbamos en esa dirección, nuestra guía le ofreció unirse a nuestro grupo y caminar juntas. Esa es la cortesía mongol.

Al otro día conocimos a Hasaa, quien sería nuestro chofer por el resto del viaje. EL contrata a choferes locales que tienen su propia furgoneta. Sus empleados son familia y cuidan de sus pasajeros como si fueran familiares. Como típico hombre mongol, Hasaa no hablaba mucho, aunque no era solo por no saber mucho inglés. Pero siempre estaba dispuesto a ayudar.

Durante las dos semanas viajando por Mongolia aprendí:

  • Hay que tener mucha paciencia. Las distancias son muy grandes y algunos días hay que pasarlos en la furgoneta. Lo positivo de esto es que el país es tan hermoso que el tiempo pasa muy rápido tan solo mirando los paisajes, que cambian todo el tiempo. El aire es tan limpio en el campo que los colores del mundo se ven completamente diferentes.  
  • Tener agua corriente es un privilegio. Tuve que lavar mi ropa en el río una vez. Lavarse las manos es una sincronización de solo jabón necesario y dos cubetas. Cuando se acaba el agua de una cubeta, hay que buscar más. Las duchas no son comunes. Puedes pagar por ir a las duchas comunales, y después de 2 o 3 días sin agua corriente, una ducha es algo divino.
  • Aprenderás a evaluar rápidamente cuán necesario es ir al baño cuando tienes que caminar 1/4 km a la letrina. A veces hay que mover el ganado que está cerca de ella. En el medio de la noche, cuando hay que decidir entre ponerse los zapatos y un abrigo para ir afuera, el deseo de ir al baño disminuye mágicamente. Ser maestra me ayudó con esta habilidad. 
  • Habrá veces que no habrá servicios disponibles, ya que estarás en el medio de ningún lugar, así que tendrás que ir al aire libre. En caso de duda, encuentra una colina. ADVERTENCIA: podrías de repente estar acompañada por un rebaño de cabras curiosas que salió de la nada. Lado más: no te importará. Los rebaños se mueven solos la mayor parte del tiempo. Pero a veces los pastores están con ellos, así que ¡termina rápido. 
  • Sólo porque pudiera haber un inodoro occidental no significa que tienen papel higiénico ni que es más limpio que el mencionado agujero en el suelo. Pronto te dejará de preocupar el tocar cualquier cosa. Para eso existe el jabón y el desinfectante de manos. 
  • Debido al gran tamaño del país, los caminos pavimentados no son comunes la gente hace sus propias carreteras. De repente el chofer se sale de la autopista y va por una carretera solo marcada por las cicatrices dejadas en la tierra por los neumáticos. Un buen chofer sabe el camino mejor que cualquier GPS.
  • Cuando las personas viven en el medio de la nada y poder pasar tiempo con ellos, me recordó que la familia y los vecinos son vitales y de muchísima importancia. Las familias que nos hospedaron reciben un pago para que nosotras pudiéramos ser testigos de su vida diaria. Pero son tan amables que literalmente comparten todo, incluso su propia ropa. La hospitalidad mongola es real. Es regla histórica que cualquier visitante que llega es acogido para descansar y se le ofrece comida y refugio. Aunque un mongol en un gher no le cobre a alguien que llegue a su puerta, se recomienda que cualquier persona que se beneficie de la familia y su comida, pague un donativo ($20US por noche por lo menos) como agradecimiento.
  • El aire y las vistas en Mongolia son eternas. Aún ahora cuando veo mis fotos me sorprendo de la belleza del país. Antes de este viaje, pensaba que sabía cuán azul es el cielo… ¡cuán equivocada estaba!
  • Como no hay mucha población, no hay mucha contaminación de luz. El yo poder ver la Vía Láctea por primera vez, en su forma más pura, será un recuerdo que atesoraré para siempre. 
  • La carne de cordero sabe mucho mejor de lo esperado, pero después de comer cordero casi todos los días, la comida de la aerolínea se ve y sabe muy bien. Un día almorzamos en un restaurante de comida occidental y comí una hamburguesa. No era la mejor, ¡pero no era cordero.
  • Hay que tomar este viaje como una aventura. Hay veces que me enfrenté a miedos o incomodidades personales, pero cuando me sentía atemorizada o incómoda, me decía: «yo no viajé al otro lado del mundo para tener miedo de hacer esto.» Me di cuenta de que yo soy mi peor enemiga, y nunca me arrepentiré de haber ordeñado un enorme yak o montar un caballo mongol, considerados medio salvajes, aunque les tengo miedo a los caballos.
  • De repente, cerca del desierto, dejas de ver los caballos, vacas, corderos y cabras y de repente hay una manada de camellos, que de hecho son muy suaves.
  • No solo puedo sobrevivir sin wifi, el no tener que preocuparme por mi correo electrónico hasta que de repente lo encontraba, me dio una oportunidad de desconectarme de mi mundo y mi vida y descubrirme a mí misma otra vez. Sin embargo, también admito que extrañé a el no poder hablar con mi familia alrededor después de una semana.
  • Si eres intolerante a la leche de vaca, también serás intolerante de yak, caballo y leche de oveja.
  • A los mongoles les encantan los dulces. En los mercados y tiendas hay un sin número de tipos de dulces, todos deliciosos.
  • Los pastores hacen más de una decena de productos con leche de yak, incluyendo vodka, que de hecho después del tercer vaso, no sabe mal… Mientras más añeja, más potente.
  • Airag, un licor hecho de la leche de yegua es muy amargo y no para todo el mundo. Nuestra guía nos advirtió tener papel higiénico disponible y listo si la íbamos a tomar, ya que para las personas que no acostumbran a tomarlo, el airag puede actuar como un purgante la primera vez que se toma. Un sorbo para probarlo no me causó problemas.
  • El festival de Nadaam es una de las experiencias culturales más diversas que he visto. El orgullo mongol sobre su cultura es poderoso, pero sin la necesidad de alarde.
  • Escuché a varias personas cantar. No oí a nadie que no pudiera cantar, estoy segura de que existen, simplemente no me encontré con ninguna. La cultura es tan antigua que existen gran cantidad de canciones folklóricas. Escuchar a otra persona cantar sobre su país, en su propia lengua es hermoso.
  • Si uno tiene la actitud correcta, se puede reír junto a personas de otras culturas, pasar tiempo con niños, y cantar, incluso si ninguno de ustedes tiene un lenguaje común.
  • No es raro ver en medio de algún lugar a alguien sacar una máquina de karaoke y comenzar una fiesta, aún en medio de la estepa.

Lo más importante de mi viaje fue lo mucho que aprendí de mi misma. Es posible viajar a Mongolia sola, pero el tener una guía fue imprescindible. Hay grupos que viajan en autobuses y solo se quedan en hoteles, pero esta oportunidad fue única. El vivir primitivamente, con familias, o acampar…. no son actividades o viajes para cualquier persona, pero después de regresar, mi familia me comenta lo mucho que cambié, lo mucho más paciente que soy y que no me molestan las cosas que antes eran inconvenientes para mí.

Cuando regresamos a la capital, me di cuenta de que me había equivocado de fecha para mi vuelo de regreso y tenía un día adicional. En cuestión de horas, Jess me ofreció una salida adicional por un costo adicional. Jess es muy flexible con su habilidad de complacer a sus clientes y la recomiendo a cualquiera. Mi experiencia me llegó al corazón. Aprendí tanto, sentí tanto, que cuando el avión despegó de UB, lloré un poco. Mongolia es un país mágico.

Y tú, ¿quieres ser también nuestra amiga nómada? Aquí te contamos cómo. ¡Anímate!