Escrito por: Marianne Pollmann.

Un sueño, un viaje a un continente desconocido para mí, un mundo, mil realidades y un millón de sonrisas casi sin querer…

«He viajado por países tan diferentes unos de otros, países desarrollados como lo son Estados Unidos, Alemania o Inglaterra pero también por otros como Etiopía, Nepal o India y son estos últimos que sin tener ni 1/16 de desarrollo de los primeros, me llenan en un sentido inimaginable, y es que la simpleza de estos países, de estas ciudades, de esas personas, lo humano y la magia que se vive en las calles, me hacen querer volver una y otra vez»

Voluntario en Prem Dan, Calcuta (India)

 

India… ¿Qué me llevó a ese país? No lo sé, quizá porque siempre he admirado a la Madre Teresa  ¿Por qué renuncié a todo y me fui, sin un plan y sin nada seguro? Tampoco lo sé, simplemente tomé mis cosas y me fui, por segunda vez, a eso que llena mi alma, los voluntariados… rompiendo un poco con el esquema de la sociedad en el que muchos caemos, terminar el colegio, entrar a la universidad, estudiar, terminar la universidad, trabajar, ganar dinero, trabajar, trabajar, ahorrar para después formar una familia y seguir trabajando para seguir ahorrando.

Voluntaria en Prem Dan, Calcuta (India)

¿La verdad? No me hacía mucho sentido meterme en la máquina de producción que es la sociedad desde tan chica, puede que a algunos les haga sentido, y está perfecto, todos somos distintos, por ende, cada quien encuentra ESO que le hace sentido y ESO que lo hace feliz.  Pero yo buscaba algo más, quería conocer algo más, una realidad distinta, un mundo completamente nuevo a mis ojos. Ya había encontrado eso que tanto me gustaba, que me levantaba con una sonrisa y podía estar haciéndolo 24/7, incluso eso que haría y hago, aunque no me pagaran ni un peso (dedicar mi vida y mi tiempo “a lo social”, a contribuir un granito de arena, de la manera que sea, a esas personas que no tuvieron las mismas oportunidades o la misma realidad que me tocó vivir a mí). Ojalá todos sean capaces de encontrarlo, pero por favor, nunca, nunca dejen de buscarlo, y si lo encuentran, no dejen de hacerlo por miedo, háganlo aunque mueran de miedo, sean felices, se lo merecen, no se conformen, las cosas poco a poco tomarán forma, sentido, no se desesperen si las cosas no salen como planearon en un principio, de hecho, no planeen mucho y tengan paciencia, no esperen mucho tampoco, simplemente hagan eso que los hace felices, y el camino poco a poco se irá aclarando.

Calcuta con las niñas a las que les enseñaba hockey

En fin… En vez de pensar, planificar y empezar a darle tantas vueltas y aplazar y aplazar esta idea de viaje que se me había metido en la cabeza, decidí hacer caso a ese bichito que tenía y comprar el pasaje, ya vería en el camino como se darían las cosas, di ese pequeño paso a un continente desconocido para mi, en busca de ese sueño y todo casi sin querer…Y así comencé mi viaje, llegue a Calcuta (India).

Calcuta con las niñas a las que les enseñaba hockey

Una ciudad mágica que en un segundo me enamoró. Unas miradas que me cautivaron. Una pobreza material que me destrozó el corazón y unas sonrisas que me llenaron el alma.

Cuando estuve de voluntaria en un monasterio budista enseñando clases de inglés y matemáticas en Myanmar

“Empiezo a caminar por las calles y me es imposible pasar por alto esos ojos que se fijan en mi sin ningún pudor, esas miradas profundas… los colores, infinitos colores… las mujeres en saries o los niños por todos lados corriendo y jugando… hay millones de personas, por todas partes, donde sea que mire, durmiendo, duchándose, viviendo en las calles… basura, pobreza… demasiada pobreza… desorden, caos, ruido, bocinas, olores … fuertes olores … y esas sonrisas… es imposible que pasen desapercibidas a mis ojos, sonrisas contagiosas que me hacen caminar a mí, por esta caótica ciudad, tan distinta a la mía, con una sonrisa en la cara, sin quejarme, sin alegar, simplemente sintiéndome más viva que nunca… esas sonrisas que no sólo se ven en sus dientes, sino que se expresan en sus ojos … En el mismo segundo que empiezo a caminar por las calles, todo lo característico de mi sociedad simplemente se rompe, las reglas, las leyes, la tecnología, el orden, la mortal rutina, el “deberías” o el clásico “la sociedad dice que …” simplemente no calza aquí, en estas calles o en estas personas y genera una ciudad realmente mágica, no por su arquitectura claro está, ni por su orden o silencio, pero por esas sonrisas que veo por todos lados a pesar de la extrema situación de pobreza que mis ojos son capaces de ver y que mi cabeza no logra entender, por sus colores, por su simpleza y la inagotable alegría que saben perfectamente cómo transmitir y contagiar …. Me olvido de todos mis problemas que definitivamente carecen de sentido en estos minutos y me quedo con lo básico, vuelvo a lo simple, empiezo a valorar, a entender lo que es realmente la vida, lo que significa estar vivo, a sentirme viva, a vivir, con otra perspectiva, con otra mirada y con otros ojos … todo casi sin querer …

Cuando estuve de voluntaria en Camboya

Si quieres viajar… HAZLO.

¿Quieres  empezar tu propio negocio? HAZLO.

¿Quieres abrazar a tu mamá? HAZLO.

¿Quieres cantar en el metro? HAZLO

Haz lo que sea que te dé la gana (sin pasar a llevar al que está a tu lado), lo que te haga sentido a ti, no a la sociedad, pero haz eso que te hace sentir vivo todos los días, VIVE… para mí, la magia de la vida está en la simpleza, en soñar despiertos y no tenemos idea lo que va a pasar mañana e incluso puede no haber un mañana, así que, no lo pienses mucho, no lo planees mucho, no te armes grandes expectativas, simplemente hazlo, sé feliz.

Navidad como voluntaria en Nepal

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